sábado, 16 de enero de 2010

Alianzas Rurales : Saber apuntar a la coalición que más promete es el secreto del PAR


El 7 de septiembre de 2005, ayudado por el financiamiento del Banco Mundial, el gobierno de Bolivia decidió impulsar el proyecto bautizado acertadamente como "Alianzas Rurales". La entidad encargada de poner en ejecución la idea es el Ministerio de Desarrollo Rural, Agropecuario y Medio Ambiente, más conocido en términos coloquiales como M-DRAMA.

El 12 de diciembre de ese mismo año, el Congreso Nacional aprobó una ley autorizando la suscripción del crédito que daría vida a las "Alianzas Rurales" de Bolivia. El proyecto entró en vigor el 22 de mayo de 2006. Durante los 7 meses siguientes, la idea ya había empezado a funcionar a capacidad plena en 65 municipios del altiplano, valle y trópico del país. 125 mil familias bolivianas saben hoy lo que es el PAR (Proyecto Alianzas Rurales), pero sobre todo saben qué es lo que hace; entienden y celebran que si éste encuentra un negocio rural que posea compradores, debe ser financiado.

En concreto, el proyecto pretende abrirle mercados de los productores rurales pobres. En otras palabras, el PAR convoca públicamente a todos aquellos productores que sean capaces de demostrar que sus productos tienen compradores, es decir, que hay gente dispuesta a adquirirlos a un precio razonable. ¿Hay acaso una mejor manera de saber quiénes tienen potencialidades efectivas?, ¿hay acaso mejor manera de luchar contra la pobreza que localizando a los soldados más aguerridos?

Se forja así una alianza entre productor y comercializador, cuyas perspectivas suelen ser normalmente muy halagüeñas. El requisito para ambos es que tengan dos años de actividad en el ramo. De esa manera, se siembra en terreno ya preparado. El PAR aspira a que esa alianza se haga duradera y para ello le entrega los recursos indispensables a fin de que el negocio prospere.

Ese es el secreto de este proyecto, cuyo éxito ha sido registrado en la evaluación de medio término que se le ha aplicado en octubre de 2008. El PAR es un aparato de búsqueda de iniciativas productivas entre los más pobres de Bolivia. El dato no es irrelevante. En la lucha contra la pobreza, se trata de detectar actores eficaces del desarrollo, agrupaciones en posibilidad no sólo de zafarse de sus carencias, sino de construir círculos virtuosos que impulsen a su entorno hacia la creación mancomunada de la riqueza. La faena no es fácil, pero el PAR ya ha recorrido mucho trecho ensayando soluciones.

Es por eso que, persiguiendo que la pobreza pueda ser atacada por todos los flancos, el PAR acompaña a cada alianza entre productores y compradores con un sistema que les permita progresar y hacer progresar a la zona donde se desenvuelven. Cuando una alianza es aprobada, entonces se vigoriza su capacidad para conseguir aliados locales. Lo ideal es que su emprendimiento cuente con el respaldo del municipio, de alguna organización no gubernamental o de cualquier potencial inversionista. Si ello ocurre, se puede pensar en obras de infraestructura, puentes, centros de acopio, mejores caminos, insumos, semillas, maquinaria, transporte, etc. De ese modo, las alianzas son arropadas por el entorno y se establecen acciones compartidas que involucran al conjunto. Algo similar sucede cuando los aliados tienen acceso al crédito o a la asistencia técnica.

Como vemos, el PAR no solo se ocupa de expandir la producción, práctica normal en numerosos proyectos de desarrollo. Solo lo hace cuando los propios actores han probado con sus propias fuerzas y talentos, que lo que producen es apetecido por otros y que por ello, su elaboración puede sostenerse en el tiempo. Sobre aquel cimiento, construye entonces todos los andamiajes para que productores y comercializadores puedan competir y dar saltos tecnológicos. Estamos hablando de un aprendizaje constante, donde todos aprenden de todos y donde el proyecto va registrando las enseñanzas e introduciendo las correcciones oportunas. Quienes evaluaron al PAR en 2008 consideran que una de sus cualidades es precisamente la flexibilidad con la que se toman las decisiones a medida que se evalúan los desempeños. Cada transacción, descargo, desembolso ingresa a un sistema desde donde se puede seguir el desempeño del proyecto en tiempo real. Del mismo modo, cada plan financiero es revisado por una entidad especializada, la cual pone a prueba la consistencia del emprendimiento.

Sin embargo, como es natural, esta plataforma de aprendizajes ha ido encontrando nuevos problemas a medida que intuye sus formas de aplicación. Una duda frecuente es: Quiénes quieren beneficiarse del PAR, ¿lo hacen porque encuentran en él la solución financiera a sus largamente pensados dilemas productivos, o sólo porque al ver la convocatoria decidieron postularse al puesto de receptores de dinero? Dicho de otra manera, es posible que para muchos productores, el PAR sea un fin en sí mismo, un medio temporal de vida, y no una herramienta para dar el paso definitivo que los saque de la pobreza. Es obvio que esta duda seguirá rondando sin respuesta certera alrededor de cada solicitud presentada y habrá que tenerla presente como sospecha esclarecedora.

Al respecto, el gobierno de Bolivia se ha propuesto fortalecer los mecanismos de autogestión de la población en el impulso de emprendimientos productivos. Una de sus políticas centrales en este sentido es la entrega directa de recursos para que estas organizaciones puedan desplegar todo su potencial. El PAR forma parte de esta visión y la apuntala con toda la experiencia que el Banco Mundial le ha podido aportar.

Los beneficiarios directos del PAR son los productores rurales pobres de Bolivia. La mayor parte de ellos crea riqueza solo para su subsistencia. Se persigue su expansión, que no es otra cosa que su inserción exitosa en el mercado. Quien posee un excedente, puede salir lentamente del encierro económico. En tal sentido, el proyecto no puede restringirse a la producción, debe perseguir acuerdos que lleven los productos a los consumidores, forjando un ambiente completo de desarrollo. Hasta la fecha, de los 10.251 beneficiarios, 3.164 son mujeres y 7.737 son indígenas. Este dato muestra que quienes participan de las alianzas pertenecen a los sectores menos aventajados de la sociedad boliviana. Su principal representante, el Presidente Morales, los recibió en Palacio de Gobierno en junio de 2008, y en esos amplios salones, fueron firmados 69 convenios de alianza. En tal sentido, el PAR es una de las iniciativas más celebradas entre quienes gobiernan hoy el país.

En cuanto a los beneficiarios, es fundamental aclarar que los productores rurales pobres que acceden al dinero del PAR deben estar organizados. Esa es una condición fundamental. El proyecto alienta la formación de actores colectivos, de numerosas familias cohesionadas en torno a la búsqueda de una vida mejor. Surge entonces la segunda duda: ¿acaso todos los pobres tienen la ventaja de estar organizados?, o, dicho de otra manera, ¿no son acaso los más pobres los que carecen de tiempo y condiciones para afiliarse a alguna asociación? Será otra interrogante que se mantendrá a flote junto a cada desembolso. En cualquier caso, no cabe duda de que la lucha contra la pobreza tiene que encararse desde la perspectiva pública y no privada. Ello implica interlocutores formales, con personería jurídica, cuenta de ahorros y capacidad para discutir abiertamente sus problemas y fiscalizar a sus líderes. Los pobres extremos podrían ser entonces beneficiarios indirectos de estas iniciativas o podrían plegarse a experiencias exitosas en curso.

Uno de los fuertes dilemas del PAR anida en el manejo administrativo. Los productores pobres no tienen la formación académica suficiente como para plantear análisis financieros, balances económicos o estudios ambientales. En sí, ahí reside una de sus principales carencias. Por eso, el principal desafío es transformarlos en actores plenos del desarrollo. Para ello, el PAR ha tenido que aceptar la contratación de más de 300 facilitadores, quienes han apoyado en la prelación de los planes de negocio. A ellos se han sumado 53 estudiantes universitarios que han auxiliado a los productores en similares tareas y en su condición de pasantes. Hasta octubre de 2008, se habían realizado 64 actividades de capacitación a fin de que estos facilitadores o los mismos productores se familiaricen con los trámites del PAR.

Contar con estos auxilios trae consecuencias no deseadas. En muchas ocasiones, los facilitadores no son los adecuados o son tan eficientes que se apropian del proyecto y toman decisiones sin consultar a nadie. A pesar de estos contratiempos, en una primera selección, el 83% de las solicitudes pasó la prueba, lo que demuestra que el paso ha sido efectivo. Sin embargo, está claro que a futuro deben ser las asociaciones de productores las que hagan esta labor para desvanecer el riesgo de que pierdan el control del plan de negocios. Así, el proceso será más sostenible.

El PAR está desarrollando entonces una institucionalidad, es decir, el apego a ciertas reglas que permitirán una buena marcha del proceso. Un dolor de cabeza constante para los solicitantes ha sido el tema ambiental. Sin embargo, poco a poco se va desechando la excusa "así lo hemos hecho siempre" para reemplazarla por un respeto a la naturaleza y las siguientes generaciones. Aunque claro, acá aparece la tercera duda a lo largo de esta explicación: ¿Hasta dónde el cumplimiento de requisitos pre-establecidos no se convierte en la razón de ser de todos los involucrados, dejando de lado los propósitos originales del emprendimiento? En muchos casos, la presión para llenar formularios pudiera llevar a forzar aprobaciones sin la adecuada supervisión. Es otra interrogante con la que hay que aprender a vivir.

Si bien los facilitadores han hecho un trabajo excelente, el promedio de tiempo para la aprobación de una alianza, desde que se solicita la ayuda hasta que ésta se compromete, es de 11.8 meses. Esto es 4.8 meses más de lo programado. Uno de los retos del PAR es entonces llegar con más celeridad a los beneficiarios, aunque se sabe que no todos los factores de la demora están en sus manos. Los peticionarios necesitan, por ejemplo, pasar por el costoso trámite de la personería jurídica o atravesar por trances insólitos como aquel que vivieron productores cruceños, que obtuvieron dicho reconocimiento en un papel membretado por la Gobernación y no por la Prefectura. Dado que el gobierno central aún no reconocía dicha denominación, fue muy difícil lograr que los bancos tomaran en serio el documento. Al final se logró que uno de ellos aceptara.

Otro problema frecuente es la falta de liquidez de los productores, cuyos fondos de contraparte conforman el 26% de los presupuestos actuales del PAR. A algunos les va mejor como a los ganaderos que invierten un Boliviano y recuperan 4, mientras los apicultores deben conformarse con menos.

Otro de los retos es involucrar más a los municipios. Las obras de infraestructura esperadas tardan en concretarse o no son lo abundantes que requieren ser para impulsar el desarrollo de las localidades. Sin embargo, estos resultan siendo problemas menores ante la magnitud del desafío central: luchar contra la pobreza usando fundamentalmente los recursos propios con los que cuentan los pobres.

Fuente : http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/EXTSPPAISES/LACINSPANISHEXT/BOLIVIAINSPANISHEXT/0,,contentMDK:22084023~pagePK:141137~piPK:141127~theSitePK:500410,00.html

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