Muchos analistas especializados en economía política se han quedado sorprendidos, con frecuencia, ante este fenómeno socio-económico desconcertante denominado la "paradoja de la abundancia". Se han hecho investigaciones sobre el papel de los recursos naturales (gas, petróleo, minerales,... etc.) en el desarrollo de los países que los poseen y se ha llegado a constatar que esas fabulosas riquezas no han logrado generar, en la mayoría de los casos, un auténtico desarrollo económico y humano.
En efecto, parecería que la abundancia de recursos naturales, va acompañada de una especie de maldición, no generando un verdadero desarrollo, y convirtiéndose, con frecuencia, en un real obstáculo hacia la modernización de la economía y hacia una distribución equitativa de esa riqueza. Son muchos los países pobres que, a pesar de contar con una gran riqueza potencial de recursos, no obstante, no logran que esos mismos bienes, con los que les ha favorecido la naturaleza, se hayan convertido en agentes eficaces para un mejoramiento significativo de la calidad de vida de la población, sobre todo cuando son de naturaleza extractiva. Generalmente, para demostrar que algunos países, con muy escasos recursos naturales han logrado un desarrollo impactante, se suele recurrir al ejemplo de Japón y de Suiza. En Suiza no hay ni una sola planta de cacao y, sin embargo, ha sido y sigue siendo un exportador internacional de chocolates de gran calidad. Japón no tiene minas de mineral de hierro y, sin embargo, es líder mundial en producción de acero y de coches?? En el momento actual podríamos alargar la lista de países muy pobres en recursos naturales y que, sin embargo, con un dinamismo extraordinario están desarrollando índices muy altos de crecimiento económico y social: Singapur, Hong Kong, Corea de Sur, Taiwán…etc. Por el contrario, tenemos países enormemente ricos en recursos hídricos y forestales, así como en petróleo, en gas, en minerales…etc. que no han logrado traducir esas ingentes riquezas en verdadero desarrollo nacional. Podríamos citar a Angola, a la República Democrática del Congo, a Uganda y, a tantos otros, muy pobres y, sin embargo, muy ricos en diversos recursos naturales. Son muchos los países que viven esa paradoja de "riqueza y pobreza". Liberia, es rica en diamantes, Argelia en gas, Libia, Nigeria, Irak, Irán, Arabia Saudita, en petróleo... Más cerca de nosotros, podríamos mencionar a Venezuela con sus millonarios ingresos por exportación de petróleo y derivados… Es evidente que también a Bolivia la debemos incluir en este listado ya que ha sido, y sigue siendo, víctima de esta desconcertante "paradoja". A su riqueza mineralógica, gasífera y petrolera se unen ahora el litio, el cadmio, el boro…etc ¿ Seremos capaces de romper con la "maldición" que acompaña a la abundancia de recursos naturales….? Esta paradoja de "riqueza-pobreza" no es fácil de explicarla y ni comprenderla totalmente. Para algunos analistas, la escasez de recursos activa en las personas los mecanismos necesarios que le impulsan a triunfar, en cambio, cuando la naturaleza es excesivamente generosa, limita, y hasta anula, los procesos de auténtico desarrollo. La tentación más frecuente es el orientar todo el esfuerzo hacia la extracción y la exportación y no así hacia a la industrialización y la diversificación. Esto significa condenarse a quedar como exportador permanente de materias primas sin esforzarse, siquiera, por añadirle un mínimo de valor agregado. Analizando el caso de los países con escasos recursos naturales pero que han experimentado grandes avances en términos de desarrollo económico y humano, parecería que esa misma carencia les incentiva hacia la industrialización y la diversificación, así como a la inversión y al ahorro familiar. El mercado de trabajo en esos países es cada vez más pequeño en relación a la mayor esperanza de vida del conjunto de la población, esto genera una positiva presión para incrementar la creatividad y las iniciativas productivas. Hay un componente de gran importancia en todo lo que se refiere al cambio socio-económico de un país: es el factor educación. Nuestro sistema educativo, tanto escolar, como universitario y especializado, está orientado, como en la mayoría de los países del Tercer Mundo, hacia los conocimientos académicos, predominando las profesiones liberales. Los países más desarrollados han priorizado los conocimientos tecnológicos y la capacitación en todo lo referente al desarrollo industrial y cibernético. Es una formación hacia la acción, hacia el cambio. Por otro lado, sus Gobiernos han orientado significativos fondos económicos hacia la investigación y la creatividad industrial. En estos países, la ciudadanía no espera que las soluciones vengan desde arriba. El Gobierno acompaña todo el proceso de modernización pero sin ser él el gestor principal. Trata de crear las condiciones óptimas para el desarrollo, pero sin ser el protagonista de ese mismo desarrollo, sino la sociedad misma. Se evita con esto que se desarrollen, con relación al Estado, actitudes paternalistas, así como el clientelismo, el nepotismo, el rentismo… etc. que los vemos, con tanta frecuencia, entre nosotros. Por otro lado, con un Estado-patrón cunden las presiones político-partidistas y, generalmente, son ellas las que se imponen, desplazando a las decisiones racionales de tipo económico-administrativo. La abundancia de recursos naturales retarda los esfuerzos hacia la industrialización y la diversificación por la sencilla razón que es más cómodo y más rentable (por el momento) exportar la producción como materia prima que no plantear, a largo plazo, su industrialización. A todo esto habría que añadir otro factor negativo que históricamente ha frenado, y hasta anulado, el desarrollo de los países ricos en recursos naturales: es la dependencia de los grupos de poder, tanto internos como externos. Las poderosas multinacionales, dueñas de la tecnología y del capital, y no pocas veces hasta de la comercialización de esos mismos productos, no han tenido otra finalidad en la explotación de esos recursos que su propio lucro, impidiendo en todo momento, un desarrollo autónomo de estos países. Con demasiada frecuencia se ha dado una trasferencia neta de recursos hacia los centro de poder económico y político internacional. Juntamente con esa enorme sangría de recursos en una fuga continua, se ha dado también una malversación interna continua, manteniendo todo el aparato gubernamental favoreciendo con esos recursos a los partidos y a los grupos de poder dentro del propio país. No se da una racionalidad económica, sino que, fácilmente, se cae en la corrupción administrativa, en el nepotismo, en la contratación de excesiva mano de obra, predominando lo político-partidista sobre las exigencias de la racionalidad técnico-administrativa. Se deben generar las condiciones de desarrollo abarcando a toda la persona y a todas las personas. El desarrollo para que sea válido debe ser cualitativa y cuantitativamente integral e igualitario. Hay que impulsar modelos de gestión que vinculen le explotación de los recursos naturales hacia el bienestar de toda la población, orientando además esos recursos hacia el fortalecimiento de la instituciones de la democracia. Siempre se debe tener presente, por otro lado, que todos esos recursos, por enormes que sean, están marcados con el signo de la fatalidad: son finitos, no renovables y a su paso solo dejan como herencia despojos mortales. El verdadero desarrollo no está en las cosas, ni en la riqueza, en los bienes naturales por muy importantes que ellos sean. El verdadero desarrollo está en las personas. La historia de Bolivia es la historia de esa "paradoja de la abundancia" que acabamos de analizar. La paradoja en nuestro país se llama: Potosí, Comibol, YPFB…y ojalá no nos pase lo mismo con el litio y la inmensa riqueza del Salar Uyuni!!!!
En efecto, parecería que la abundancia de recursos naturales, va acompañada de una especie de maldición, no generando un verdadero desarrollo, y convirtiéndose, con frecuencia, en un real obstáculo hacia la modernización de la economía y hacia una distribución equitativa de esa riqueza. Son muchos los países pobres que, a pesar de contar con una gran riqueza potencial de recursos, no obstante, no logran que esos mismos bienes, con los que les ha favorecido la naturaleza, se hayan convertido en agentes eficaces para un mejoramiento significativo de la calidad de vida de la población, sobre todo cuando son de naturaleza extractiva. Generalmente, para demostrar que algunos países, con muy escasos recursos naturales han logrado un desarrollo impactante, se suele recurrir al ejemplo de Japón y de Suiza. En Suiza no hay ni una sola planta de cacao y, sin embargo, ha sido y sigue siendo un exportador internacional de chocolates de gran calidad. Japón no tiene minas de mineral de hierro y, sin embargo, es líder mundial en producción de acero y de coches?? En el momento actual podríamos alargar la lista de países muy pobres en recursos naturales y que, sin embargo, con un dinamismo extraordinario están desarrollando índices muy altos de crecimiento económico y social: Singapur, Hong Kong, Corea de Sur, Taiwán…etc. Por el contrario, tenemos países enormemente ricos en recursos hídricos y forestales, así como en petróleo, en gas, en minerales…etc. que no han logrado traducir esas ingentes riquezas en verdadero desarrollo nacional. Podríamos citar a Angola, a la República Democrática del Congo, a Uganda y, a tantos otros, muy pobres y, sin embargo, muy ricos en diversos recursos naturales. Son muchos los países que viven esa paradoja de "riqueza y pobreza". Liberia, es rica en diamantes, Argelia en gas, Libia, Nigeria, Irak, Irán, Arabia Saudita, en petróleo... Más cerca de nosotros, podríamos mencionar a Venezuela con sus millonarios ingresos por exportación de petróleo y derivados… Es evidente que también a Bolivia la debemos incluir en este listado ya que ha sido, y sigue siendo, víctima de esta desconcertante "paradoja". A su riqueza mineralógica, gasífera y petrolera se unen ahora el litio, el cadmio, el boro…etc ¿ Seremos capaces de romper con la "maldición" que acompaña a la abundancia de recursos naturales….? Esta paradoja de "riqueza-pobreza" no es fácil de explicarla y ni comprenderla totalmente. Para algunos analistas, la escasez de recursos activa en las personas los mecanismos necesarios que le impulsan a triunfar, en cambio, cuando la naturaleza es excesivamente generosa, limita, y hasta anula, los procesos de auténtico desarrollo. La tentación más frecuente es el orientar todo el esfuerzo hacia la extracción y la exportación y no así hacia a la industrialización y la diversificación. Esto significa condenarse a quedar como exportador permanente de materias primas sin esforzarse, siquiera, por añadirle un mínimo de valor agregado. Analizando el caso de los países con escasos recursos naturales pero que han experimentado grandes avances en términos de desarrollo económico y humano, parecería que esa misma carencia les incentiva hacia la industrialización y la diversificación, así como a la inversión y al ahorro familiar. El mercado de trabajo en esos países es cada vez más pequeño en relación a la mayor esperanza de vida del conjunto de la población, esto genera una positiva presión para incrementar la creatividad y las iniciativas productivas. Hay un componente de gran importancia en todo lo que se refiere al cambio socio-económico de un país: es el factor educación. Nuestro sistema educativo, tanto escolar, como universitario y especializado, está orientado, como en la mayoría de los países del Tercer Mundo, hacia los conocimientos académicos, predominando las profesiones liberales. Los países más desarrollados han priorizado los conocimientos tecnológicos y la capacitación en todo lo referente al desarrollo industrial y cibernético. Es una formación hacia la acción, hacia el cambio. Por otro lado, sus Gobiernos han orientado significativos fondos económicos hacia la investigación y la creatividad industrial. En estos países, la ciudadanía no espera que las soluciones vengan desde arriba. El Gobierno acompaña todo el proceso de modernización pero sin ser él el gestor principal. Trata de crear las condiciones óptimas para el desarrollo, pero sin ser el protagonista de ese mismo desarrollo, sino la sociedad misma. Se evita con esto que se desarrollen, con relación al Estado, actitudes paternalistas, así como el clientelismo, el nepotismo, el rentismo… etc. que los vemos, con tanta frecuencia, entre nosotros. Por otro lado, con un Estado-patrón cunden las presiones político-partidistas y, generalmente, son ellas las que se imponen, desplazando a las decisiones racionales de tipo económico-administrativo. La abundancia de recursos naturales retarda los esfuerzos hacia la industrialización y la diversificación por la sencilla razón que es más cómodo y más rentable (por el momento) exportar la producción como materia prima que no plantear, a largo plazo, su industrialización. A todo esto habría que añadir otro factor negativo que históricamente ha frenado, y hasta anulado, el desarrollo de los países ricos en recursos naturales: es la dependencia de los grupos de poder, tanto internos como externos. Las poderosas multinacionales, dueñas de la tecnología y del capital, y no pocas veces hasta de la comercialización de esos mismos productos, no han tenido otra finalidad en la explotación de esos recursos que su propio lucro, impidiendo en todo momento, un desarrollo autónomo de estos países. Con demasiada frecuencia se ha dado una trasferencia neta de recursos hacia los centro de poder económico y político internacional. Juntamente con esa enorme sangría de recursos en una fuga continua, se ha dado también una malversación interna continua, manteniendo todo el aparato gubernamental favoreciendo con esos recursos a los partidos y a los grupos de poder dentro del propio país. No se da una racionalidad económica, sino que, fácilmente, se cae en la corrupción administrativa, en el nepotismo, en la contratación de excesiva mano de obra, predominando lo político-partidista sobre las exigencias de la racionalidad técnico-administrativa. Se deben generar las condiciones de desarrollo abarcando a toda la persona y a todas las personas. El desarrollo para que sea válido debe ser cualitativa y cuantitativamente integral e igualitario. Hay que impulsar modelos de gestión que vinculen le explotación de los recursos naturales hacia el bienestar de toda la población, orientando además esos recursos hacia el fortalecimiento de la instituciones de la democracia. Siempre se debe tener presente, por otro lado, que todos esos recursos, por enormes que sean, están marcados con el signo de la fatalidad: son finitos, no renovables y a su paso solo dejan como herencia despojos mortales. El verdadero desarrollo no está en las cosas, ni en la riqueza, en los bienes naturales por muy importantes que ellos sean. El verdadero desarrollo está en las personas. La historia de Bolivia es la historia de esa "paradoja de la abundancia" que acabamos de analizar. La paradoja en nuestro país se llama: Potosí, Comibol, YPFB…y ojalá no nos pase lo mismo con el litio y la inmensa riqueza del Salar Uyuni!!!!
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